EL MERCOSUR: ¿Un Aporte O Un Impedimento Para El Creciminto Futuro de La Economía Uruguaya?
Publicado en: Banda Oriental Latinoamérica, Año XIV, No. 168, Mayo 2007
Thomas Andrew O'Keefe
Cuando se firmó el Tratado de Asunción en 1991, la idea era que los cuatro países socios del Mercado Común del Sur o MERCOSUR (i.e., Argentina, Brasil, Paraguay, y Uruguay) conformarían una unión aduanera para mediados de los 90. Esto implicaría una libre circulación de productos con origen en la región sin la necesidad de pagar impuestos aduaneros y la creación de aranceles que los cuatro países cobrarían a los productos importados desde fuera del MERCOSUR. Aunque nunca se logró conformar la anhelada unión aduanera, ya por 1995 no se cobraba una tasa de importación para la mayoría de los productos de los cuatro países que circulaban entre ellos. También se estableció un Arancel Externo Común para el 85 por ciento de las líneas arancelarias que aparecen en la Nomenclatura Común del MERCOSUR.
A mediados de la década de los 90 la importancia del mercado regional llegó a su ápice. Para un país como Uruguay, más de la mitad de sus exportaciones eran destinadas hacia sus vecinos en el MERCOSUR. Lo más positivo de este crecimiento de comercio regional, es que no vino al costo de las exportaciones destinadas al mercado global.
La época dorada del MERCOSUR se agotó a fines de los años 90, cuando comenzaron los problemas económicos de los socios más grandes. En 1998 la economía Argentina entró en recesión, el resultado, en parte, de tener su moneda atajada uno por uno con el dólar Norteamericano. Esta política cambiaria se convirtió en algo insostenible cuando Brasil liberalizó de un día al otro el cambio de su moneda, agravando la recesión Argentina, ya que sus exportaciones eran menos competitivos en su mercado de mayor importancia.
Los problemas que enfrentaron Argentina y Brasil a fines de la década de los 90 afectaron a la economía Uruguaya. La recesión Argentina, seguida por una en Brasil cuando se devaluó bruscamente el valor del real Brasileño en enero de 1999, disminuyó la demanda para las exportaciones Uruguayas a esos dos países. Esta situación se exacerbó con las barreras que Argentina y especialmente Brasil impusieron a las exportaciones Uruguayas de arroz, leche, bicicletas, y neumáticos remodelados. A pesar que Uruguay usó el sistema de resolución de controversias del MERCOSUR para reclamar sobre dos de estos abusos---y en los dos casos fue exitoso---dicho mecanismo se demostró ser algo demoroso. Lo peor vino en 2002 cuando la implosión de la economía Argentina amenazó contagiar a todo el sector financiero Uruguayo y provocó la necesidad de imponer un feriado bancario e incurrir a préstamos de 2.8 mil millones de dólares del Fondo Monetario Internacional. En 2004, las exportaciones Uruguayas para el MERCOSUR representaban menos del 27 por ciento de sus exportaciones globales. Afortunadamente este acontecimiento se compensó por un incremento significante de productos exportados a mercados no tradicionales como la carne hacia los EE. UU.
Si el MERCOSUR hubiera funcionado como una verdadera área de libre comercio, Uruguay era el país que estaba en las mejores condiciones para beneficiarse del proceso de integración económica regional. El MERCOSUR ofrecía la posibilidad de incrementar el tamaño del mercado Uruguayo de unos 3 millones de habitantes a uno de casi 200 millones de personas. Además, Uruguay gozaba de un sistema económico y político estable y transparente, una inserción completa a los mercados de capitales internacionales, y una mano de obra bien calificada y relativamente barata. Esto debería haber atraído mucha inversión extranjera para convertir al Uruguay en un centro regional importante para la manufactura de productos y el ofrecimiento de servicios. Infelizmente, un constante incumplimiento por parte de todos los países con los compromisos asumidos en el ámbito del MERCOSUR, no ofreció la seguridad jurídica que buscaban los inversionistas extranjeros. Por esa razón, el grueso de la inversión extranjera directa que entró al MERCOSUR durante la década de los 90 (y que también entra hoy, aunque en forma más reducida) se concentró en el país que ofrecía el mayor mercado interno, Brasil. Tal vez esto, cínicamente, explica porqué Brasil, a quien le correspondía un papel protagónico en demostrar un compromiso más profundo con el proceso de integración regional, nunca jugó ese papel de liderazgo.
Hoy en día está muy de moda de criticar al MERCOSUR como un gran fracaso y sugerir que Uruguay debiera retirarse y buscar a otras alternativas. Esto sería una gran equivocación. A pesar de todas sus deficiencias, el MERCOSUR como un área de libre de comercio aún ofrece un mercado interesante para muchos productos Uruguayos que, sea por razones de distancia o gustos culturales, no tendrían cabida en mercados fuera de la región. Esto es el caso de los productos lácteos o las cervezas, por ejemplo. Lo que el gobierno Uruguayo necesita hacer es insistir en una mejora del sistema de resolución de controversias para que sea un mecanismo más eficiente y capaz de eliminar rápidamente las barreras no-arancelarias que los vecinos más grandes suelen imponer con frecuencia a las importaciones desde el Uruguay. Al mismo tiempo, el gobierno Uruguayo necesita negociar acuerdos de libre comercio con cualquier país del mundo interesado en hacerlo.
Un acuerdo de libre comercio entre EE.UU. y Uruguay presenta una interesante opción para el gobierno en Montevideo, ya que incrementaría el poder del país para pedir importantes reformas en el MERCOSUR. Esto se debe al hecho que Brasilia considera dicho TLC una amenaza a la estrategia Brasileña de usar al MERCOSUR como un bloque regional para entablar negociaciones comerciales a nivel multilateral y hemisférico, además de subir el perfil de Brasil en las Naciones Unidas para así lograr un asiento permanente en el Consejo de Seguridad. Al mismo tiempo, un TLC con los EE.UU. ofrece la oportunidad de eliminar el nudo del Arancel Externo Común del MERCOSUR (AEC) que solamente ha privado a los uruguayos de importar los productos e insumos más económicos y de mejor calidad de otras partes del mundo.
En respuesta a los observadores que dicen que un TLC entre EE.UU. y Uruguay crearía una perforación al AEC y destruiría la unión aduanera del MERCOSUR, la realidad es que hace años que dicha unión aduanera paró de funcionar. Hoy en día existen más excepciones al AEC que era el caso a mediados de los años 90. Además, cada año se posterga aún más hacia un futuro indefinido el día que se supone que todos los países socios debieran implementar el AEC por completo. La reciente incorporación de Venezuela al MERCOSUR como “pleno socio” y la posibilidad que la sigue Bolivia, casi asegura que esta situación de incumplimiento continuará ad infinitum, ya que los dos países Andinos han insistido que desean mantener excepciones permanentes al AEC.
Para aquellos que dicen que Brasil no dejaría que Uruguay siguiera participando en el área de libre comercio del MERCOSUR si es que el país firmara un TLC con EE.UU., esa posibilidad es poco probable ya que Brasil no está en ninguna situación de exigir algo con lo cual no cumpla. En 1998, por ejemplo, Brasil perforó el AEC cuando firmó un acuerdo de acceso preferencial con los países de la Comunidad Andina sin consultar a sus socios del MERCOSUR. En 2003 Brasilia hizo lo mismo con México. Estos dos ejemplos resaltan que cuando los intereses económicos del país están en juego, Brasilia no se muestra reacia en olvidarse del AEC y la unión aduanera del MERCOSUR. Es un ejemplo que Uruguay, como país soberano, tiene todo el derecho de imitar cuando así le convenga.
The author is the President of Mercosur Consulting Group, Ltd., a Washington, D.C.-based legal and economic consulting firm that assists companies in their strategic business planning for South America. He is also a dual national of the United States and Chile.